El recuerdo de la era

Imaginemos a los Sanluqueños de hace años como seres austeros, trabajadores y honrados, de cara tostada por el sol, y manos endurecidas por el duro trabajo. Imaginemos también, sus primitivos edificios, toscos, bajos, y apropiados para guardar el ganado, la paja, y el grano recolectado. Grano que a buen seguro llegaba a las paneras tras arduos trabajos: siega con la hoz en una mano y la zoqueta en la otra, desde el alba hasta el anochecer, soportando el rigor del verano sin más medios que un viejo sombrero de paja y, quizá, unos remendados pantalones de pana y unas duras albarcas.
Dentro del trabajo agrícola y ganadero de aquellos tiempos, hay una mención especial merecen aquellas sufridas mujeres de aspecto rudo y corazón inmenso, que, tras volver de la siega o de cualquier otro trabajo agrícola, aún tenían fuerzas para atender a sus hijos y hacer las múltiples tareas de la casa. Mujeres que en no pocas casas tenían más de seis hijos y no se perdían ni un día de siega ni de trilla.


Una de las faenas agrícolas que tenían un encanto especial ya que toda la familia participaba en ella, era la trilla del cereal. El apero agrícola por excelencia para realizar la faena de la trilla, era el trillo, un utensilio muy importante en una época, en la que no había maquinaria para separar el grano de la paja, y donde la fuerza humana y animal iban unidos. El trillo propiamente dicho, era una tabla de madera de forma rectangular, curvada en su parte delantera; en su parte inferior, poseía varias sierras dentadas y gran cantidad de piedras de pedernal con filo.

La mies una vez recolectada, se extendía sobre el suelo de la era en forma de círculo, y se procedía a trillar la parva con el trillo. El trillo era arrastrado, por dos mulas o bueyes que iban provistos de los arreos y colleras, para sujetarlas. El trillador, que se acomodaba en la parte superior del trillo, y era el encargado de conducir la yunta de machos o bueyes y de avivar el paso de los animales cuando las circunstancias así lo requerían. Al moverse en círculos, las lascas, o cuchillas del trillo, colocadas en la parte posterior, cortaban la paja y la espiga separando la semilla sin dañarla. Cuando la parva estaba convenientemente trillada se procedía a recogerla. Para ello se usaba la yunta uncida y una rastra guiada por una persona cuya misión consistía en procurar que la parva quedara lo más amontonada posible.
Con la llegada de la concentración parcelaria y la formación de cooperativas agrícolas en la década de los años 60, estos que haceres cotidianos de la vida de un labrador, fueron desapareciendo. De todo ello sólo queda el recuerdo, y algunos enseres agrícolas conservados en casas y museos como mudos testigos de un pasado no tan lejano.Como en casi todos los pueblos queda el recuerdo de la era , aqui en Sanlucar con el
nombre de la era del monte una de las muchas que habia por aquellos años.

2 comentarios:

  1. Bue buenos recuerdos me trae esta entrada¡ Mas de una vez me caí del "trillo". Feliz fin de semana. Saludos.

    ResponderEliminar
  2. Naci en la estacion de tren de Sanlucar el 17 de abril de 1950 , vivi en sanlucar hasta los 8 años y despues en la estacion de tren de Villanueva del Ariscal y olivares, de niño ví segar y trillar los campos de trigo en Villanuva , jamás olviadaré aquellos años de mi niñez, que seais felices.

    ResponderEliminar