El convento de San Jose


Convento de San José.

El convento de San José, más conocido por el de las Madres Carmelitas, se encuentra en la actual calle Real, por la cual pasaba el camino Real, el gran eje de comunicaciones que unía Sevilla y Huelva.

Así pues, la calle Real (o calle de Sevilla como también se le llamó en los siglos XVI y XVII) era el gran eje del comercio en la localidad. Por ella pasaban las mercancías y los viajeros que pasaban hacia o desde Sevilla y era un punto estratégico para cualquier actividad que se quisiese realizar con vistas al exterior.

El origen del convento de las madres carmelitas viene unido al nombre de una mujer que vivió a finales del siglo XVI y que tenía por nombre Beatriz.

Beatriz era hija de D. Bartolomé Rodríguez, miembro de una poderosa familia, en cuya casa se hospedaban frecuentemente los frailes franciscanos del Loreto cuando iban o pasaban por Sanlúcar. Debido a esta influencia de los frailes franciscanos, Beatriz decidió fundar un convento de religiosas y fue entonces cuando su padre, D. Bartolomé Rodríguez, compra una casa en la calle principal del pueblo, calle de Sevilla, atendiendo a los deseos de su hija, para poder ésta y cuantas quisieran, llevar una vida contemplativa. Así, a partir de 1580, empezaron a entrar doncellas en el convento.

La actividad de las monjas se reducía a la vida contemplativa y la costura, pero se les permitía salir a misa y a las celebraciones religiosas más importantes, como acudir a funciones de iglesia o a visitar los sagrarios en Semana Santa. Esta vinculación de las Carmelitas con la Semana Santa es notable, aún hoy es muy destacable la parada obligatoria que hacen las hermandades de Semana Santa a su paso por la puerta del convento, incluso hay hermandades que están muy ligadas a estas religiosas.

La época mas dura para este convento de religiosas vino a comienzos del siglo XVII cuando una gran crisis económica les afectó de tal modo que apenas tenían para poder sacar adelante el convento aún reduciendo los gastos al mínimo. Hasta tal punto llegó la necesidad que incluso se pensó en trasladar el convento a Triana o Écija.

Sin embrago, aparece de nuevo la figura de Don Gaspar de Guzman, Conde-Duque de Olivares que palió la situación haciéndose cargo de las deudas que soportaba el convento y de las necesidades de las religiosas y se convirtió en su patrono, consiguiendo así el favor de la orden de las carmelitas que tanto poder estaba adquiriendo en la España de los Siglos de Oro.

En el siglo XVIII el convento poseía numerosas tierras y un gran poder económico. Sólo en Sanlúcar acaudalaba 176.6 hectáreas de olivar y regadío, amén de tantas otras que también tenían en propiedad en Castilleja del Campo, Albaida, Villalba del Alcor y Benacazón.

Sin embargo, estas tierras les fueron arrebatadas durante las desamortizaciones de Mendizábal, a mediados del siglo XIX y su patrimonio se vio reducido al convento en sí mismo, tal como lo conocemos hoy.

Dentro del edificio cabe destacar la capilla y la gran zona de Huertas que da a la calle santa teresita del niño Jesús. Al ser un convento de clausura muy pocas personas tienen acceso a su interior. Pero uno de sus mayores tesoros no se encuentra en su interior, sino que esta expuesto en la calle Real, sobre la puerta principal del convento y no en muy buen estado de conservación. Se trata del magnífico azulejo de la Virgen del Carmen, probablemente del siglo XVI y en el cual aparece la Virgen coronada rodeada de nobles y santos y guardada por dos angelitos.